“El hombre que comía flores de almendro” es la historia de un eremita del siglo XXI que cuenta en primera persona los motivos que le llevaron a alejarse de la civilización y establecerse en un territorio aislado, misterioso y con mucha historia a sus espaldas.
En una carta, explica sus motivos y cuenta a que se dedica en su día a día , es un documento muy esclarecedor, que no está exento de critica social, de episodios reales ocurridos en un lugar habitado desde la edad de bronce, donde un historiador la bautizó como la madre de Alicante ya que de ella han sacado la piedra para construir la mayoría de las casas de la ciudad, atalaya natural en tiempos de guerra y después campo de concentración al finalizar esta, lugar estratégico para esconder en el interior de la montaña el tan preciado petróleo desde la revolución industrial y otras muchas historias mas.
A la sierra de San Julian se la conoce popularmente por la Serra grossa, se encuentra en la ciudad de Alicante, es la prolongación hacia el NE del monte Benacantil, donde está situado el castillo de santa Bárbara. Por su lado este limita con el mar mediterráneo, mientras sirve de parapeto a la ciudad por el oeste. Tiene una altitud de 161 metros y está repleta de senderos que la recorren de un extremo a otro. A pesar de la cercanía a la ciudad, sigue siendo una desconocida para muchos de sus habitantes.
El trabajo es un proyecto fotográfico realizado durante 2019 en la Serra Grossa de Alicante. Son imágenes en blanco y negro que pretenden mostrar la belleza de un lugar tan cercano a la ciudad como desconocido por la mayoría de la población. Adentrándose en ella se pueden descubrir mausoleos furtivos, pictogramas ocultos en lugares inaccesibles, tallas religiosas o herejes que miran al cielo donde las devotas gaviotas son sus únicas admiradoras. Recorriendo sus sendas desaparecen los ruidos urbanos adentrándote en un lugar lleno de secretos y misterios.
El hilo conductor del proyecto es este personaje solitario que va narrando el pasado y presente del territorio mencionado.
Esta es la carta que el escribe:
No me gusta la ciudad, hay demasiada gente, por eso vivo aquí donde puedo estar solo y pensar en mis cosas sin que nadie me interrumpa.
Hay quien cree que vivo aquí por necesidad, porque no tengo dónde caerme muerto, no es así, tengo dos viviendas allí abajo, mi pensión, mi teléfono móvil y otros caprichos. Cuando me levanto hago mis ejercicios de yoga y después de desayunar me pongo a trabajar. Hay mucho que hacer aquí, yo cuido de la montaña y ella me cuida a mí, ese es el trato que tenemos.
Por la sierra vienen personas buscando la tranquilidad que no tienen allí abajo, aquí pueden pensar y respirar aire puro, alargar la vista hasta el horizonte y contemplar a las gaviotas. Las gaviotas son los espíritus de los que ya no están, muchos de los que suben aquí vienen a dejar a sus muertos, les construyen mausoleos para recordarlos, lo llevan haciendo desde hace más de tres mil años.
Yo arreglo los caminos porque nadie lo hace, durante mucho tiempo han ido aprovechándose de esta montaña para beneficio propio, agujereándola, provocándole heridas y cicatrices que nunca curarán , la utilizan y después la abandonan, a nadie le importa este sitio pero a mí sí.
Cuando yo era niño mi abuela me contaba historias de la Serra Grossa, decía que aquí pasaban cosas extrañas, inexplicables, que era un lugar mágico. Mi abuelo estuvo aquí durante la guerra, manejaba una ametralladora que apuntaba al mar, por donde venían los aviones. Yo nunca le conocí pero sé muchas cosas de él, sé que pasó mucho tiempo aquí haciendo guardia con otros soldados.
Cuando acabó la guerra lo detuvieron y estuvo encerrado allí abajo, donde ahora hay un centro comercial, sé que lo pasó muy mal, pues apenas les daban de comer y eran muchos los que estaban en ese campo. Algunos no lo soportaron y acabaron quitándose la vida allí mismo, mi abuelo intentó escapar pero no pudo, le dispararon y murió allí mismo delante de todos los que estaban hacinados como animales en un corral.
A veces me lo imagino a mi lado y hablo con el, me cuenta historias de la guerra…